lunes, 26 de marzo de 2012

MICRORRELATOS DE RICHARD SABOGAL

Frente al autor que nos ocupa, sumido en la lectura de estos microrrelatos de Richard Sabogal, cuya suerte tuve de presenciar mientras se escribían, surge una extraña sensación de vértigo; no se trata de un juego de aciertos y desaciertos, está mucho más allá de eso, el autor nos toma por embargo, cabalgan sobre estas páginas una suerte de nausea, a la que es difícil resistirse, en dicho momento, podemos elegir algún placebo o placer amargo que nos acompañe en la aventura. El caso, permitir semejante asalto y quedarnos sin nada, para darnos cuenta que somos deudores de los males que denuncia y saber hasta que punto habrá una violencia soterrada al resistirnos, con piel de vorágine o bien dejar que ejerza sobre nosotros su dictamen y palabra.

Sabogal toma el lápiz como un herramienta con que nos esculca, ya que, el reprender no es más que otra forma de amar, yace entonces para ocupar un sitial más adelante del castigo y la ira, como la paradoja del dios Shiva, Sabogal destruye para sustentar, mantener y ¿por qué no? crear un lugar para algo nuevo. La Muerte Disfruta Su Propia Inseguridad, plasma la idea de su construcción, muy permeada de lo que es su labor periodística, valiéndose de herramientas como la intervención de ciertos titulares, la imaginación dando suelo a una nueva y realística forma de ejercer la literatura.

El peor pecado, mantener una indiferencia frente a lo escrito, cosa que es imposible, dada la calidad del discurso, su diálogo con el fuego es una explosión de una fuerte y sentida carga social. Cada escena, cada portal situacional llama a la reflexión por desgarrador que parezca. La paradoja de un libro ante el cual la principal premisa sería someternos o resistirnos, lo cual daría lugar irremediablemente a una violencia más irónica ante lo que se halla escrito, la violencia de resistirnos a lo presente.

También cabe resaltar entre líneas la aparición de la figura del poeta a través de la diversas situaciones, con la cual no sabemos, si es un intento desesperado por albergar una esperanza o si se trata de él mismo que ha decidido vivir en su propia construcción, dado su sentido de bohemia, figura ante la que lo mejor es permitir que el propio lector resuelva el misterio a su manera. Acosados u acusados por este pionero del género del relato corto en Venezuela.

La crisis social se pone en evidencia desde la primera página, tenemos un gran abanico del cual escoger la sintomatología: Indigencia, crimen, matanza, violación, incesto, acoso sexual, suicidio, homicidio, aborto y la pérdida de un sentido religioso fidedigno figuran entre muchas otras.

No se trata de infringir normas o de una flagelación sin sentido, Richard ha protestado desde su palco y lo menos que le debemos, es comprender su sensibilidad, que no se ha apartado ni por un segundo de estas páginas, sobre las cuales su hacer vanguardista nos permita ir y volver sobre cada uno, a la vez que entretiene y apela a un juego necesario; nuestra conciencia colectiva y su despertar, en un caso más urgente, cuando menos su uso. Pienso que allí es donde radica la fuerza de este material, más que una crítica, la fuerza de un llamado al colectivo desde las bases.